El pasado martes, Diario de Navarra
publicaba la noticia de que UPN disponía de una encuesta preelectoral, cuyos resultados detallados se desvelaban. En la información se decía que el sondeo lo había realizado la empresa CIES, bien reputada en la plaza. Según indicaba la pieza periodística, unos previsibles resultados al Parlamento foral tendrían la siguiente distribución de escaños.
UPN: 18 parlamentarios.
NaBai: entre 12 y 14.
PSN: entre 10 y 11 escaños.
IU: 2 representantes.
CDN: ningún parlamentario.
PP: entre 4 y 5 representantes.
La noticia -construida por una filtración interesada- de por sí albergaba algún elemento digno de toda sospecha. El primero sugiere indagar por qué un partido político se gasta un buen dinero (probablemente unos 30.000 euros) para hacer una encuesta que pocas semanas después va a poder tener de manera gratuita. El llamado “Navarrómetro” se publicará a mediados de noviembre, y es un estudio en el que se invierte una buena cantidad, y resulta técnicamente solvente. El segundo es saber la razón por la que a todos los partidos se les atribuye una horquilla, mientras que al que paga el sondeo se le asigna una cifra cierta. El tercero, especular sobre la causa por la que una encuesta es filtrada directamente en el mismo momento de ser presentada ante la ejecutiva del partido que la ha pagado, esa misma tarde.
Pero el fundamental es el cuarto motivo para la sospecha: los datos de CIES son calcados a los que hace un año se reflejaban en el “Navarrómetro”, cuando éste no ha sido, ni mucho menos, un año políticamente inocuo. Recordemos el modo en el que UPN se constituyó en el voto decisivo,
aquel 27 de mayo, para salvar a Zapatero de su dimisión y aplicar a pensionistas y funcionarios un severo recorte en sus emolumentos. Este hecho, verdadero punto de inflexión en la política navarra y española, ha tenido una traslación cierta y no disimulable al electorado del conglomerado UPSN, de manera que es patente un sentir social que muestra su repudio al entreguismo de los de Barcina a los socialistas. Ese estado de opinión, sin duda, debiera ser detectable en la intención de voto.
Cualquiera puede entender que la filtración era un acto más de propaganda pautada al detalle. Justo el mismo día en que
UPN decide brindar un nuevo apoyo a Zapatero en forma de abstención a los presupuestos, sale en la página contigua del periódico tal supuesto sondeo. La presidenta de UPN alegó que tenía un viaje a Madrid para no dar la pertinente rueda de prensa, a pesar de que la Presidenta del Parlamento, Elena Torres, acudió al mismo acto que Barcina viajando el día posterior, sin ningún problema. Otro disimulo más. Y junto a él, lo que los británicos llaman “confounding”, un distractor que recabe la atención hacia otro lado. Todo quedó planeado para que el ingenuo lector quedara entretenido con su periódico del martes, y no pudiera valorar adecuadamente lo sustancial del momento.
Los datos son otrosDispongo de una información que considero veraz que me indica que el sondeo, en realidad, decía otra cosa. En todas las encuesta políticas que se hacen se pueden distinguir dos tipos de datos. Unos son los que se califican como “intención de voto directo”, que es simplemente el cálculo de posibles escaños tomando como único elemento de juicio lo que se responde directamente por los encuestados. Tal cual, se pondera y se presenta la distribución. Pero cualquiera que sepa mínimamente de encuestas sabe que lo importante no es eso, porque las respuestas pueden estar sesgadas (el efecto del encuestado que cree que puede engañar al encuestador), y siempre hay una parte de los ciudadanos que ocultan su voluntad real de voto. Por eso las empresas que hacen los sondeos disponen de técnicas que les permiten ir más allá de las meras cifras declaradas, intentando eliminar los sesgos y atinar mejor en el pronóstico, para poder presentar la verdadera proyección de voto. Es la llamada “cocina”, que no es nada peyorativo para el pronóstico, sino todo lo contrario. De hecho, una buena empresa demoscópica -y CIES lo es- es una empresa que tiene una buena “cocina”, un buen “expertise”, que le permite afinar en sus predicciones mejor que otras. Para los que no sepan de esto diré que esa “cocina” es la combinación entre referentes de otras encuestas anteriores (la sociología electoral es siempre evolutiva) y el cruce y ponderación crítica de datos obtenidos de la propia muestra estudiada en cada caso.
Pues bien, según me dicen y yo me creo, si se hubiera filtrado la parte más y mejor elaborada de esa encuesta, los datos hubieran sido los siguientes (cifras que me facilitan sin “horquilla”).
UPN: 18 parlamentarios.
NaBai: 12.
PSN: 10.
IU: 2 representantes.
CDN: ningún parlamentario.
PP: 8 representantes.
Como puede verse, no sólo es una representación distinta, sino una posibilidad bien diferente de conformar mayorías alternativas, algo sobre lo que los partidos deberemos dar una respuesta clara a los electores antes de que éstos depositen su papeleta. Algo de lo que reiteradamente se niega a hablar UPN. La encuesta, por cierto, era un híbrido entre un estudio más pormenorizado sobre Pamplona -intentando validar la candidatura a la alcaldía de José Iribas-, y una extensión que permitiera pergeñar los datos para toda Navarra. No se han filtrado, qué casualidad, los datos de posibles escaños en el Ayuntamiento de la capital, que constan en el mismo sondeo.
Una interpretaciónHasta aquí la información de que dispongo. Ahora, la interpretación que creo tiene en el actual momento político, y lo que supone como actitud por parte de UPN.
Es lógico pensar que filtrar esa supuesta encuesta tenía un motivo inicial, que era desviar la atención sobre una noticia que se difundió a la par, el nuevo apoyo a Zapatero concedido vergonzantemente por Sanz y Barcina (que, en efecto, como dice el todavía Presidente, es verdad que no están todo el día riñendo, sino todo lo contrario), y sus silentes acólitos. Desviar la atención no significa sólo lo relativo a los lectores de Diario de Navarra, sino especialmente lo directamente referido a los mismos militantes regionalistas, bastantes de ellos hartos de tanta actitud genuflexa ante el peor partido socialista de la historia de nuestro país.
El segundo propósito tiene mucho que ver con el encargo del “Navarrómetro” por el Parlamento. Finalmente no se ha contratado con
CIES, como ha sido costumbre en los últimos años. Pero esto no era conocido por Barcina cuando pidió la suya. De esta manera, si CIES era de nuevo la encargada de hacer el “Navarrómetro”, se podría ver implícitamente condicionada por el trabajo precedente (como buena empresa que es, no sería aceptable un cambio en sus pronósticos con sólo unas semanas de diferencia). Pero al optar el Parlamento por contratar con la empresa
Ikerfel, parece obvio que UPN ha querido exhibir cautelarmente unos resultados a su medida, falsos y tergiversados, para condicionar o desacreditar los que se vayan a publicar dentro de tres semanas. Y tal vez lo haya hecho a costa del prestigio de la propia CIES. El lío y la confusión, ya se sabe, son la escapatoria que les queda a los manipuladores.
Añado algo: comprendo que un periódico como Diario de Navarra publique una información que le facilitan y considera relevante. La ley exige que cuando un medio encarga un sondeo se deba publicar la ficha técnica y los datos de voto directo y voto estimado, en tablas separadas. El Diario no ha encargado este sondeo, es obvio, pero lo ha publicado con una apariencia de solvencia (cuadratín comparativo incluído) que induce a confusión, y que no concreta lo que a ellos mismos les sería exigible en otro caso.
Éste es un reflejo de cómo andan las cosas. De cómo hay quienes que, en el mejor estilo pepiñesco, no se detienen en sus actitudes de manipular la opinión pública usando cualquier estratagema. El caso de la encuesta ficticia de UPN es representativo de muchas actitudes. No lo olvidemos nunca: quienes se creen con la capacidad de manipular y engañar a la gente son quienes menos debieran poder representarla. Un ciclo político, es verdad, está terminando. Se detectan sus estertores.