Con la pendenciera frase “a mi quien me busca me encuentra” termina la paginita que me dedica Miguel Sanz en el libro que acaba de distribuir entre los afiliados de su partido. Hay quien me ha pedido que haga algún comentario, y aquí lo escribo.
Lo primero tal vez deba ser acusar recibo de la amenaza. Y pasar de ella, no sin antes entenderla en su debido contexto. Soy consciente de que Sanz es el complacido ariete de una estrategia de intimidación hacia el PP, que personaliza muy particularmente en mi. Piensa que es una manera de sembrar de sal este campo, para que no brote nada. Y en ello está, de manera obsesiva. Decidí hace tiempo no contestar a nada de lo que me dedicara. Incluso declaré públicamente, a principios de septiembre, que le ofrecía mis disculpas si en algo le había ofendido en el pasado. Pero es imposible requerir la elegancia en quien no la tiene. Durante el pasado día del partido de UPN, en su supuesto último discurso con tal motio, Sanz se dedicó de nuevo a insultarme, no hizo otra cosa mientras su parroquia apuraba jaleante el pacharán y el profiterol en el polideportivo de Cintruénigo. Cualquiera diría que estamos ante un visceral meritorio de la política, y no ante un gobernante al que le quedan seis meses en el despacho.
Lo del libro tiene algún elemento llamativo. Dicen que se trata de una tirada de 3000 ejemplares, distribuidos a los militantes. No se vende fuera de ese canal, que nadie lo busque en Amazon.com. La idea me recuerda la del Libro Rojo de Mao, de obligatoria lectura y tenencia para todos los adictos al Partido Comunista Chino. El propósito parece ser el mismo, bien reflejado por el autor cuando dice que está dispuesto a que se pase la página por él creada, pero no a que se arranque. Queda clara la intención: Barcina dispone ya de la biblia que deberá guiar su comportamiento posterior. Y que no se desvíe un ápice de la doctrina escrita y prensada.
Me achaca Sanz que le defraudé profundamente por no aceptar la determinación del Consejo Político de UPN de apoyar los presupuestos de Zapatero de 2009, como sí hizo Carlos Salvador con su abstención. Lo que no acaba de entender el todavía Presidente es que yo conseguí un escaño tras una campaña en la que repartíamos juntos un tríptico en el que ponía “UPN-PP” y salía una foto de Rajoy, no ponía “UPN-PSOE” ni salía una foto de Zapatero. La estafa que Sanz quiso perpetrar (y parcialmente ejecutó mediante el transfuguismo de mi apreciado Carlos) es uno de esos escándalos de los que todavía se debería estar hablando en Navarra si no fuera por la escasa vitalidad y coherencia del régimen de opinión pública que está instalado. Ya sabemos lo que consiguió Sanz con ese planificado tocomocho: garantizar su tranquilidad (que no es sólo su sillón) a cambio de prostituirse en el Parlamento español hasta el límite de salvar de la dimisión a Zapatero tras vergonzosas votaciones como la del 27 de mayo, en el que el voto de UPN permitió aprobar el recorte social in extremis.
¿Qué significa la actitud de Sanz, plasmada en su libro, en el actual momento político? Pues al menos una cosa. Resulta que en las páginas de la obra se dedican alabanzas a Pepiño y Rubalcaba, y se intenta denigrar a Rajoy, que va a ser presidente del Gobierno de España dentro de unos meses. Ni uno solo de los militantes de ese partido, ni siquiera los de los sectores más conservadores, osan levantar un dedo y decir que no están de acuerdo con la degeneración política a la que les ha llevado del ronzal el de Corella. Eso da una idea de cómo la pérdida de dignidad y valores de los destinatarios del libro es abrumadora. Barcina y todos los demás, leer y callar.
Lo primero tal vez deba ser acusar recibo de la amenaza. Y pasar de ella, no sin antes entenderla en su debido contexto. Soy consciente de que Sanz es el complacido ariete de una estrategia de intimidación hacia el PP, que personaliza muy particularmente en mi. Piensa que es una manera de sembrar de sal este campo, para que no brote nada. Y en ello está, de manera obsesiva. Decidí hace tiempo no contestar a nada de lo que me dedicara. Incluso declaré públicamente, a principios de septiembre, que le ofrecía mis disculpas si en algo le había ofendido en el pasado. Pero es imposible requerir la elegancia en quien no la tiene. Durante el pasado día del partido de UPN, en su supuesto último discurso con tal motio, Sanz se dedicó de nuevo a insultarme, no hizo otra cosa mientras su parroquia apuraba jaleante el pacharán y el profiterol en el polideportivo de Cintruénigo. Cualquiera diría que estamos ante un visceral meritorio de la política, y no ante un gobernante al que le quedan seis meses en el despacho.
Lo del libro tiene algún elemento llamativo. Dicen que se trata de una tirada de 3000 ejemplares, distribuidos a los militantes. No se vende fuera de ese canal, que nadie lo busque en Amazon.com. La idea me recuerda la del Libro Rojo de Mao, de obligatoria lectura y tenencia para todos los adictos al Partido Comunista Chino. El propósito parece ser el mismo, bien reflejado por el autor cuando dice que está dispuesto a que se pase la página por él creada, pero no a que se arranque. Queda clara la intención: Barcina dispone ya de la biblia que deberá guiar su comportamiento posterior. Y que no se desvíe un ápice de la doctrina escrita y prensada.
Me achaca Sanz que le defraudé profundamente por no aceptar la determinación del Consejo Político de UPN de apoyar los presupuestos de Zapatero de 2009, como sí hizo Carlos Salvador con su abstención. Lo que no acaba de entender el todavía Presidente es que yo conseguí un escaño tras una campaña en la que repartíamos juntos un tríptico en el que ponía “UPN-PP” y salía una foto de Rajoy, no ponía “UPN-PSOE” ni salía una foto de Zapatero. La estafa que Sanz quiso perpetrar (y parcialmente ejecutó mediante el transfuguismo de mi apreciado Carlos) es uno de esos escándalos de los que todavía se debería estar hablando en Navarra si no fuera por la escasa vitalidad y coherencia del régimen de opinión pública que está instalado. Ya sabemos lo que consiguió Sanz con ese planificado tocomocho: garantizar su tranquilidad (que no es sólo su sillón) a cambio de prostituirse en el Parlamento español hasta el límite de salvar de la dimisión a Zapatero tras vergonzosas votaciones como la del 27 de mayo, en el que el voto de UPN permitió aprobar el recorte social in extremis.
¿Qué significa la actitud de Sanz, plasmada en su libro, en el actual momento político? Pues al menos una cosa. Resulta que en las páginas de la obra se dedican alabanzas a Pepiño y Rubalcaba, y se intenta denigrar a Rajoy, que va a ser presidente del Gobierno de España dentro de unos meses. Ni uno solo de los militantes de ese partido, ni siquiera los de los sectores más conservadores, osan levantar un dedo y decir que no están de acuerdo con la degeneración política a la que les ha llevado del ronzal el de Corella. Eso da una idea de cómo la pérdida de dignidad y valores de los destinatarios del libro es abrumadora. Barcina y todos los demás, leer y callar.