martes, 8 de mayo de 2012

Tres reflexiones sobre rescates bancarios.

La_foto

Primera. Quienes más hablan de establecer políticas de estímulo económico parecen olvidar que no servirían de nada si no hay un sistema financiero que funcione adecuadamente. Se podrían hacer muchísimas cosas para generar incentivos a la actividad, pero devendrían en esterilidad si las empresas y los autónomos no disponen de créditos suficientes para operar. Así que seamos coherentes: es imposible crecer y crear empleo sin que fluya el crédito. Indudablemente, es lo más perentorio en nuestro actual momento de crisis.

Segunda. La actividad bancaria tiene una particularidad. El dinero que tenemos ahorrado no se guarda en una caja fuerte, sino que se presta y se coloca en créditos e inversiones. Lo que hay en nuestra cuenta es propiamente un apunte numérico. Ningún banco podría atender a sus clientes si de golpe todos ellos quisieran retirar su dinero. Es el fenómeno llamado "run on the bank", bien descrito en Wikipedia. Esta es la razón por la que se justifica que a los bancos se les deba ayudar. No por lo que hayan hecho metiéndose en la burbuja inmobiliaria o financiando los gastos de las primeras comuniones de algunos niños españoles. Se le debe ayudar -en contadas ocasiones- no tanto por el riesgo moral que quieran diluir, sino porque la propia esencia de su actividad se establece bajo un criterio de confianza. Y ahí sí que el Estado debe actuar como garante.

Tercera. Para quienes estos días intentan contraponer la situación española a lo ocurrido en Islandia, y sin ánimo de contrariar su visión poética de la economía, tan sólo una pregunta: ¿cuantos habitantes tiene Islandia? También encontramos una referencia en Wikipedia, para general conocimiento. En efecto, son menos que en La Rioja.