A estas alturas, poca gente cree que los Presupuestos del Estado para 2010 vayan a servir para nada. Creo que no se recuerda un año en el que las cuentas del estado generen menos ilusión, perdida absolutamente la esperanza de que sean un instrumento que permita vislumbrar la recuperación económica. Por decirlo en pocas palabras, los PGE 2010 son una mezcla indigesta de varios ingredientes nocivos. La estructura presupuestaria es insolvente, como quedó demostrado durante el actual ejercicio, y las partidas principales han engordado inercialmente. Dice el gobierno que son “sociales” por el mero hecho de que dedican una cantidad nunca vista a pagar las prestaciones de desempleo, como es obligado por ley. En cambio, las partidas que sí tenían una cierta repercusión en algunos programas de ámbito social se ven reducidas. El fondo de reserva de nuestras pensiones no recibirá nuevas aportaciones. También sufre un tajo muy considerable el presupuesto de I+D, el paradigmático, el que se supone nos debía orientar hacia una estructura productiva más avanzada. La tijera afecta bastante (y bastante descaradamente) al ministerio de Fomento, pero en cambio se torna en desahogo para sufragar la innecesaria financiación autonómica, que como es sabido consiste en que los gobiernos regionales se hagan más opulentos aun en época de recesión y deuda. El colofón de estos PGE, por lo que sí serán recordados todos y cada uno de los días venideros, es el aumento de impuestos que van a sufrir especialmente las economías más modestas. Todos pagaremos más por todo, y ni aun así el gobierno va a ser capaz de embridar el tigre desbocado del déficit y la deuda, que siempre antecede a la ruina de los países. Con todo ese mejunje en ciernes, no conozco a nadie que afirme sin ruborizarse que los presupuestos puedan servir para lo que deberían servir, para reactivar la economía y aportar soluciones a la crisis.
El PGE 2010 sólo se hace indispensable para la persistencia del propio Gobierno. Deben aprobarse como sea. Su rechazo por el Congreso supondría el final de la legislatura, y con ello acabaría la nefasta época zapaterista. Con la actual inestabilidad parlamentaria los votos que necesita recoger el PSOE van dejándose querer para ver cuánta tajada pueden sacar, en plástica expresión acuñada el año pasado por Josu Erkoreka, el eficaz portavoz del PNV. De momento, el Consejo de Ministros último, celebrado en Canarias, puso sobre la mesa un paquete de 25.000 millones de euros que allanarán el camino para que los dos diputados de Coalición Canaria se agreguen a la mayoría socialista. La praxis nacionalista ya sabemos en qué consiste: pillar lo que se pueda para cada cual, y desentenderse del resto.
En estas, justamente en estas, está UPN. El planteamiento ya es diáfano. Unas enmiendas para el AVE y alguna otra obra, y ahí estará su voto facilitando el trámite de los PGE 2010. Lo mismo da que el efecto final de lo que se apruebe, para el conjunto de los ciudadanos, sea el marasmo económico y un mayor deterioro de la economía española, de la que los navarros no estamos separados. Dame la partidita para la obrita, y yo te doy el voto. Quieren sacar tajada, como Erkoreka. Todo lo demás, justo lo más importante, no importa. En el fondo y en las formas, es la misma praxis nacionalista.
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