domingo, 28 de marzo de 2010

Grietas en Palacio


Tengo un amigo con el que no comparto militancia partidaria, pero que me aporta puntos de vista muy interesantes de las cosas que pasan en el mundo de la política. Es un observador agudo de lo que ocurre, y conoce algunas claves del comportamiento de quienes protagonizan los hechos. Este amigo, que nunca se conforma con vislumbrar la superficie de las cosas sino que se adentra en sus raíces mismas, me viene hablando desde hace un tiempo del un concepto transgresor para lo que habitualmente se escucha por Navarra, el menos en los medios oficiales. Él se refiere cada vez más a la “charca foral”.

Y hay que reconocer que cualquiera, aunque no fuera mi amigo, y salvo que estuviera directamente implicado en determinados escenarios, advertiría hoy que comienzan a aparecer signos elocuentemente fétidos de lo que ha sido una determinada manera de gobernar Navarra durante los últimos años. Especialmente, de cierto sentido del poder principesco a la vieja usanza, que entrevera intereses políticos, económicos y clientelares, y que sólo puede deambular en las penumbras. En las dos últimas semanas han aflorado, aunque sea con forceps, informaciones que definen un momento y que sin duda van a condicionar mucho de lo que pase en este futuro año preelectoral. Veamos someramente los casos, a salvo de mayor detalle en días posteriores.

El más chusco es el de la entrada de Caja Navarra en el capital de la cadena hotelera AC, la del compadre de Sanz. Es chusco no porque no tenga una severa enjundia y significación económica detrás, sino por el modo en que ha sido conocido. Hace unas semanas una información de elconfidencial.com contaba que Caja Navarra acababa de prestar un apoyo financiero relevante a la cadena. Lo llamativo fue que la noticia no fuera originalmente reportada por la Caja, como hace habitualmente con sus inversiones por mínimas que sean. Al cabo de unos cuantos días en los que la información parecía fluir de manera clandestina, la entidad financiera cuenta su versión de los hechos. Y poco después, remata la jugada desinformativa el beneficiario de la ayuda, en una entrevista que más parece el desahogo de un charlatán que algo que informativamente merezca ser tomado en serio. Es de resaltar que ni Caja Navarra ni AC Hoteles, al no ser empresas cotizadas, deben informar de sus operaciones a la CNMV en un marco de transparencia acode con los tiempos. Ese status-quo les ha permitido jugar con los tiempos y establecer la versión de los hechos que más les conviene. A día de hoy, la operación en sí misma sigue sin ser explicada ni detallada, y cualquier rumorología que se escuche eleva en mucho su montante e implicaciones. Pero al hilo de la entrevista a Catalán surgen varios cuestionamientos obvios. El primero, por qué no explica el empresario la razón por la que la operación se mantuvo en secreto, y significativamente por qué él mismo llamó a elconfidencial.com para que fuera retirada la mañana de su publicación, a pesar de que a esas horas ya era la noticia más vista, más comentada… y más enviada por email, lo que impedía su ocultación. Como es bien sabido, la necesidad del apoyo financiero del que se benefició AC gracias a Caja Navarra era imperiosa, y como Catalán reconoce tuvo como origen una ampliación de capital, para la que presuntamente no encontró ningún otro banco que la avalase. El numerito de explicar que Miguel Sanz se ausentó de la sala en el momento de conceder el dinero es la sandez que adorna una información pensada para ser digerida por ingenuos. Nadie puede creer que el compadre no supiera nada de lo que se traía entre manos quien cordialmente es denominado por él como “Antoñito”, licencia que seguramente nadie más tiene. Ítem más, si creemos lo dicho oficialmente (ausencia de Sanz mientras todos los demás estaban unánimemente de cuerdo dentro de la Corporación CAN) habrá que colegir que un determinado personaje, que mantiene reconocidos negocios con Catalán y ocupa por designación de Sanz puesto de consejero en la Corporación, sí votó tal operación. Por menos que eso, en otras latitudes asoma la nariz el fiscal.

El segundo asunto es el de Estéban Morrás, destapado por El Mundo, y que es otro más de los que siguen sin ser convenientemente explicados. La valoración que se hizo de EHN en el 2006, cuando se privatizó, y tantas y tantas concomitancias que todo aquello sigue teniendo, representa un asunto que seguro que ha de traer mucha cola en lo sucesivo. La foto aquella de Sanz, Barcina y Morrás en la verja de la Casa Blanca va a resultar todo un paradigma, no una mera anécdota (ridícula, pero anécdota a la postre), de lo que está significando el actual estado de cosas en Navarra. Porque si algo está claro es que algunos quieren que las anécdotas se tomen jocosas, mientras constituyen auténticas categorías. Apunto otra, significativa del caso: ese confidencial que contaba hace unas semana Diario de Navarra, en el que se afirmaba que José Manuel Entrecanales quiso tomarse unos vinos en la parte vieja de Pamplona, y a su auxilio como cicerones acudieron Roig (consejero) y Armendáriz (Cener). Vaya escena, digna de la más cutre estampa de la España en la que señoritos y lametraserillos compartían comedia bufa. Aunque lo verdaderamente escandaloso de este asunto, aparte del pelotazo en sí mismo en un sector intervenido y subvencionado hasta el denuedo, es la explicación de Sanz de cómo se justifica el montante millonario de lo que se ha llevado Morrás: “"En cualquier iniciativa privada, a un responsable que hace una operación de esas características y multiplica por 50 sus inversiones creo que le ponen una corona, no para crucificarlo sino para ponerle un sueldo espectacular". Ese es el tenor argumental, absolutamente desvergonzado, de un personaje que hace tiempo dejó de saber cual era la línea que debía dividir lo público de lo privado. Seguiremos hablando de ello, seguro.

Por si no bastara. Desvela en un interesante reportaje el periódico La Gaceta que el CENER, estandarte de las renovables en Navarra, ha actuado como mero broker a favor de unos determinados empresarios, los renombrados hermanos Oliver, en sus negocios eólicos especulativos en Dominicana (hace años) y Chile (actualmente). Tremendas las informaciones, según las cuales Sanz se reunió con el presidente dominicano para interceder por los negocios de los Oliver. En la sucinta nota oficial que el Gobierno libró en su momento, se nos decía que el asunto que se quería tratar tenía que ver, especialmente, con el desarrollo del catastro.

El panorama comienza a cambiar. Queda algo más de un año para las elecciones. Y las grietas en Palacio, de golpe y porrazo, parecen abrirse en varias paredes al mismo tiempo. El régimen se empieza a preocupar, a pesar de que cree controlar la gestión informativa de los asuntos. No, no pregunten a Yolanda Barcina qué opina de todo esto. Tampoco le pidan opinión de cómo es posible que su partido sea el único de toda España que ha aceptado hacerse la foto de Zurbano junto a Salgado, Blanco y Sebastián. Aunque si diera la respuesta que debería dar y ella sabe, tendría que hablar de ambas cosas al mismo tiempo. Es decir, de la charca.

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