En otras ocasiones he escrito sobre el sentido que Miguel Sanz le dio a la ruptura del pacto entre UPN y el PP. Ni voy a repetir ahora determinadas cosas ni pienso desvelar conversaciones e informaciones privadas que en aquel entonces, otoño del 2008, mostraban el sentido real de la traición. Pero sí debo recordar ahora que la intención manifiesta fue lograr aquel famoso “pacto para 50 años” que consistía en guisar una decrépita alternancia imperecedera entre socialistas y regionalistas. Pero había algo más. Recuerdo que cuando en aquel mes de octubre el PSOE decidió facilitar la aprobación de los presupuestos de todas las administraciones españolas “para dar estabilidad en tiempos de crisis”, y en la medida de que ello desmotaba el falaz argumento de Sanz de “necesito que se puedan aprobar los presupuestos en Navarra”, lo que se dijo a continuación fue que “la gobernabilidad es mucho más que aprobar unos presupuestos”. Y se puso como ejemplo
Año y medio después, ya vemos en qué ha quedado lo de la gobernabilidad, lo del pacto para 50 años, lo de la domesticación de los socialistas a cambio de la indignidad de UPN.
Quedaba por ver la reacción de Sanz, y ya la hemos visto. Acusa al PPN de "frivolidad" por plantear si este escenario no es razón para que UPN reconsidere su relación con los socialistas. Pero nada ha reprochado directamente a los proponentes de la infamia, porque para eso le tienen allá donde está. Lo que han hecho “no es ninguna deslealtad”, afirma Sanz, seguramente porque sólo sabe entender por leal lo que a él se refiere, no lo que tenga que ver con la sociedad a la que se supone la política debe servir.
Ese es el modo de actuar del miembro más destacado de un partido que dice que tiene “principios y valores”. Insoportable. Seguramente tan insoportable como el silencio de algunos de sus conmilitones, de esos que se afectan tanto en cuestiones lindantes con la moralidad, y a los que cabría encajar en aquella aserción evangélica de “a los tibios les vomitaré de mi boca”. A salvo de discrepancias, pues, compruébese que cuando se dijo “gobernabilidad” se quería decir “socorros mutuos”, y que cuando se dijo “un pacto para 50 años” se quiso decir “a ver si seguimos 50 años con la cuchipanda, y a los navarros que les vayan dando”.
No es lo único que adorna el momento argumental de Sanz. Ahora dice que Zapatero debe tomar medidas económicas de manera urgente aunque sean dolorosas. Lo dice quien hizo que el voto del diputado de UPN fuera decisivo para aprobar la financiación autonómica que reclamaban el PSC y ERC, 12.000 millones del ala. Lo dice quien hace cinco meses firmó con el PSN el Presupuesto de Navarra para 2010 con un aumento del 2,5%, a pesar de que para entonces los firmantes eran perfectamente conscientes del brutal descuadre que estaban sufriendo las cuentas públicas de Navarra, con un déficit reconocido de 151 millones añadidos a los casi 300 millones de nueva deuda acumulados durante 2009. Engaña Sanz cuando dice que "en esa tesitura ha estado el Gobierno de Navarra desde el primer momento", o que las iniciativas consensuadas con el PSN para la restricción del gasto público se tomaron "desde el momento en que se detectó la crisis en Navarra". Aunque lo peor, de nuevo, no es el mero engaño y el rostro de cemento con el que se dicen tales cosas. Lo peor es la actitud pastueña, tan habitual en la opinión pública navarra, de quienes se quieren dejar engañar.
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