sábado, 25 de septiembre de 2010

Recordando aquel 27 de mayo


No encuentro mejor titular para describir el contenido de los Presupuestos del Estado para 2011 que el que utiliza este sábado el periódico “El Mundo”. Rotundamente descriptivo de un momento de desesperanza, afirma que “Zapatero impone más sacrificios para seguir con la misma crisis”. Tal cual queda cualificada la impotencia del Gobierno, que no es capaz siquiera de utilizar la herramienta presupuestaria para darle algún nuevo hálito a la ruinosa economía española. La dantesca previsión de todavía más desempleo para el 2011 es lo que mejor simboliza el momento trágico que vivimos. En lo económico, sin esperanza alguna de recuperación. En lo político, un gobierno que agoniza y que paradójicamente sólo pugna por alargar esa agonía. El acuerdo de esta semana con el PNV sustentará a Zapatero un año más, año de más paro y más subidas de impuestos. Año de desesperación para muchas familias, a las que ni siquiera se les ofrecerá la posibilidad de soñar con que las cosas cambien a lo largo de los próximos meses.

Cito el acuerdo con el PNV pero no lo digo todo. El PNV, en las actuales circunstancias parlamentarias, es condición necesaria pero no suficiente para que se aprueben los presupuestos y Zapatero siga instalado en la Moncloa, como Nerón tocando la lira mientras Roma ardía. El PSOE necesita siete votos para aprobar los PGE11, y el PNV le da seis. Ya han iniciado negociaciones con Coalición Canaria (dos) y UPN (uno, trásfuga de la lista UPN-PP). En la práctica parlamentaria es sabido que jugar con los votos justos es muy arriesgado, porque siempre puede haber alguien que se equivoque en el momento de la votación o algún diputado está enfermo (de hecho, es conocido que más de uno está tratándose de diversas enfermedades, de incierta compatibilidad con las labores del escaño). Por eso se hace tan necesario el PNV como lo son CC y el tránsfuga de UPN. Además, los PGE11 pueden ser vetados en el Senado, con lo que volverían al Congreso y deberán ser aprobados de nuevo en diciembre por mayoría absoluta. Otro detalle para tener en cuenta: en la aprobación inicial por el Congreso lo que se vota es la enmienda de devolución que presentará el PP, por lo que una abstención, como la que el tránsfuga de UPN emitió los dos años pasados, equivale a derrotar esa enmienda y por tanto es un voto a favor del trámite del infausto presupuesto.

Tengo para mí que la actuación del voto tránsfuga de UPN no va a ser distinta a la de los dos años anteriores, porque eso significaría desautorizarse a sí mismos. Tengo hecha una apuesta a que veremos esa abstención, que se volverá a ciscar en la voluntad de los electores que sentaron a Carlos Salvador en un escaño igual al mío y dentro del Grupo Popular. Seguro que la excusa es un compromiso -sí, de los de Zapatero y Blanco- para acordar la modificación del Convenio Económico en unos meses. Papelito salvífico a cambio de voto traidor a los electores. Mercadeo al uso nacionalista.

Pero también conviene recordar ahora (y siempre deberemos hacerlo) aquel momento en el que Zapatero habría podido terminar su desastroso devenir político, el mismo que ahora nos condena a unos Presupuestos de más paro, más impuestos y más desesperanza. Fue aquella votación del 27 de mayo de este año, cuando el tránsfuga de UPN salvó el cuello del presidente y de paso fue decisivo para rebajar las pensiones, bajar el sueldo a los funcionarios y paralizar la Ley de Dependencia. Aquel 27 de mayo Zapatero pudo volver del Congreso a la Moncloa para firmar el decreto de convocatoria de elecciones y hacer las maletas. Pero ni Barcina ni Sanz ni Salvador quisieron. A ellos les debemos el desastre que vivimos navarros y españoles. La historia puede que se repita en las próximas semanas. En ocasiones pienso si cuando Yolanda Barcina acude a felicitar a las abuelas centenarias de Pamplona y les impone el pañuelico rojo (como hizo este pasado mes de agosto con Fausta Roncal), les cuenta al mismo tiempo que ella y su partido son los responsables de que la pensión de las homenajeadas haya perdido valor. Pocas veces se vieron sonrisas tan falsas y actitudes políticas tan falaces.

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