Hoy era difícil elegir entre la comparecencia de Fátima Báñez y la de Luis de Guindos. Sobre ambos descansan algunas de las decisiones más relevantes del Gobierno en este inicio de legislatura. La reforma laboral (este viernes) y la financiera (el pasado) son parte del saneamiento estructural, los cimientos, que hay que afianzar para que la economía se recupere. Estoy seguro de que la experiencia de ambos logrará encarrilar lo que en la pasada legislatura ha sido un continuo método de "ensayo - error".
He estado en la del Ministro, y que Fátima (yo le llamo desde hace años SuperFá) me disculpe. Pero tenía ganas de ver, especialmente, la receptividad en los grupos parlamentarios del Ministro al que le tocará aplicar las medidas revulsivo, aquellas que obligatoriamente van a suponer un cambio relevante como el que nuestra situación merece. Y estoy seguro de que de ese ministerio -Economía y Competitividad, no olvidar esto último- han de llegar parte de las noticias más esperanzadoras.
De Guindos ha puesto una buena cuadrícula a sus palabras. Habla del desafío español, de que estamos sufriendo una situación causada por nuestros propios desequilibrios, y ha hablado a diez metros de Valeriano Ordóñez de los sucesivos fracasos de las reformas laborales de la pasada legislatura. Y piensa, como yo, que el dramático panorama de crecimiento negativo ha de ser tenido como un incentivo para las reformas que hay que poner en marcha.
Me quedo, entre otras muchas, con un medida a la que pienso hacer un buen seguimiento. La formalización del estatus de "Joven Empresa Innovadora", instrumento imprescindible para fomentar el emprendimiento.
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