La casualidad, o no, ha querido que en el mismo recuadro del periódico coincidan dos noticias que parecen parte de una misma realidad. “CDN pregunta al Gobierno si ha autorizado más parques eólicos” y “El PP acusa a Miranda de engañar a los navarros”. Vayamos por partes.
Los de Burguete quieren saber qué ha pasado (o qué va a pasar) desde que en el 2007 una sentencia permitiera nuevas concesiones eólicas en Navarra. Desde hace unos meses era un rumor bien difundido que el Gobierno actual no pensaba despedirse del Salón de Sesiones sin agraciar a unos cuantos conocidos con más sitio para plantar molinos. Temamos lo peor. Como es sabido, estas instalaciones cultivan un elemento primordial, la subvención a la prima eléctrica que pagamos todos mes a mes con cada recibo. Subvencionar la energía renovable es una buena estrategia para promover el I+D, siempre que se haga con una dinámica descendiente, de forma que la rentabilidad vaya aumentando por las eficiencias de las instalaciones al tiempo que decrece la derivada de la mera subvención. Pero en Navarra esto es algo que algunos son incapaces de entender, como demostró Sanz en aquella patética conferencia ante 30 personas que ofreció hace un año en Harvard. Y como no se entiende, se hace lo que se hace y pasa lo que pasa. Es notorio que en Navarra el operador eólico más perjudicado ha sido precisamente el que más aportación en innovación de ingeniería ha demostrado ser capaz de ofrecer. En cambio, a quienes se han dedicado a entreverarse con el poder regionalista y socialista -mediando colegueo y/o contrato mercantil o laboral- las cosas les han ido mucho mejor. La discrecionalidad es la norma de la casa, y que nadie se atreva a criticar nada, porque sería atentar contra las esencias empresariales-identitarias del régimen. Lo que tenemos ahora por delante puede ser más de lo mismo. Idénticos rumores que anticipaban esta situación propalan ahora que los de la taquilla fraterna ya tienen su concesión apalabrada. Y sin importar el aumento de la capacidad de generación unitaria, porque de lo que se trata es de ocupar espacio del territorio, no tanto avanzar en el desarrollo tecnológico del sector. Navarra, al caso, como si fuera la República Dominicana.
La otra noticia se refiere a lo mismo, al mismo descaro con el que se hacen las cosas allá donde se manda. Salió Miranda a decir que estaba contento porque en 2009 se recaudó un 5% menos que en el 2008, y se olvidó decir que en los presupuestos que él preparó dijo hace unos meses que se recaudaría un 20% más de lo que ha entrado en caja. Pero él está contento, porque es su obligación. Da lo mismo que la equivocación suponga un monto de 744 millones de euros, por la que en cualquier empresa estaría despedido y seguramente los accionistas le tendrían denunciado ante los tribunales por administración negligente. Aquí no importa, igual que no importa que los molinillos sean tecnológicamente más avanzados. Lo grave del caso es el brutal descalabro de las cuentas públicas. Pero tanto como eso que un consejero de Hacienda ande con tanto descaro tomando el pelo a le gente. Ningún periodista le preguntó en su rueda de prensa si las cifras eran congruentes con las presupuestadas; sólo se llevaron el PowerPoint calentito a la redacción, y listo. En Navarra, el responsable del dinero público siempre había sido una persona respetada, porque él mismo se respetaba en su importante labor. Miranda es la antítesis, un personaje al que sus propios compañeros de gabinete no pueden ni ver, incapaz de hablar con varios de ellos, e incapaz de asumir responsablemente su labor. Es, sin duda, lo peor que se ha conocido nunca en ese departamento. Una calamidad y una deshonra para la Hacienda foral, otrora seria y solvente.
Molinos y déficit público en un extremo de la mesa. Rostro de cemento en el otro. Es mucho más que una mera coincidencia en la esquina de un periódico. Y como aparece al final de los capítulos de las series americanas, “more to come”. Atentos a lo que viene.
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